Resumen del capítulo 2
Historia del concepto de
desarrollo sustentable
Historia del concepto del desarrollo
sustentable
a)
La corriente ecologista conservacionista o
sustentabilidad fuerte, que tiene raí- ces en el conservacionismo naturalista
del siglo XIX, y en las ideas egocentristas de Leopoldo (1949) de promover una
“estética de la conservación” y una “ética de la Tierra” o “bioética”.2
Contemporáneamente, tiene una importante referencia filosófico-política en la
ecología profunda, cuya formulación principal la hizo Arne Naess (1973).
b)
b) El ambientalismo moderado o
sustentabilidad débil, que es antropocéntrico y desarrollista, pero acepta la
existencia de ciertos límites que impone la naturaleza a la economía, lo que la
separa del optimismo tecnocrático cornucopiano expresado por la economía neoclásica
tradicional.3
c)
c) En tercer lugar, la corriente humanista
crítica, alternativa a las anteriores, que con raíces en las ideas y
movimientos anarquistas y socialistas, se coloca del lado de los países y
sectores pobres y subordinados.
La
subcorriente anarquista pertenece a la tradición comunitaria de esta ideología,
siendo la heredera más clara de las ideas setentistas del eco desarrollo. Tiene
por base las elaboraciones teóricas de la llamada ecología social (Bookchin,
1992 y 1994) y, en menor medida, la economía ecológica, con la que comparte la
referencia en la ecología y las críticas a las concepciones económicas
dominantes, pero no comparte la tesis de los límites físicos absolutos, ni que
la solución se centre en detener el crecimiento.
Antecedentes
del ambientalismo contemporáneo.
Antecedentes
del ambientalismo contemporáneo El ambientalismo contemporáneo tiene raíces en
diferentes tradiciones del pensamiento surgidas en el siglo XIX. A grandes
rasgos, las raíces están en la crítica naturalista a la destrucción infringida
a la naturaleza por la Revolución Industrial, y en la crítica social levantada
contra los efectos sociales negativos de la industria HISTORIA DEL CONCEPTO DE
DESARROLLO SUSTENTABLE 29 Cap. 02 Sustentabilidad• 22/06/06 10:43 AM Page 29
lización y la colonización, impregnada por la idea de la necesidad de una
profunda transformación social (Deléage, 2000: 34).
En
el siglo XIX, las clases aristocráticas europeas eran portadoras de ideas
románticas, nostálgicas de la vida rural y de un supuesto estado natural
primigenio, impulsando la creación de reservas naturales, con fines
esteticistas de defensa de paisajes amenazados por la industrialización, 7 y la
preservación de cotos de caza y espacios turísticos. No se trataba, pues, de un
propósito propiamente ambientalista. Mientras, en Estados Unidos, a diferencia
del caso europeo, los conservacionistas estaban preocupados por la explotación
forestal excesiva, una vez que a finales de ese siglo la mayor parte del territorio
del país estaba ya apropiada de manera privada. La mayor parte de los que se
nucleaban en esta causa eran personas de clase media y alta, miembros de grupos
excursionistas, preocupados por la rápida pérdida de terrenos públicos, y la
destrucción de los bosques y otras zonas, que amenazaban los hábitat naturales
remanentes.
Inglaterra
y Estados Unidos fueron pioneros en la creación de asociaciones y leyes en
defensa de la naturaleza, 8 ejemplo seguido después por Francia, Alemania y
España. En Estados Unidos es donde surge la idea de preservar grandes espacios
en su estado original, como paisajes y “santuarios” para la vida animal y
vegetal, dejando fuera la presencia humana. En 1864 el gobierno cede, con ese
fin, el valle del Yosemite y el Mariposa Grove, en California; y en 1872, se
crea el primer parque nacional del país y del mundo, el de Yellowstone. También
en Estados Unidos se fundan las asociaciones conservacionistas el Sierra Club9
(1892) y la Audubon Society (1905). En 1916, se aprueba el National Park
Service Act, ley que regula el manejo de los recursos naturales. En los años
treinta del siglo XX surgió también allí un movimiento importante como reacción
frente a los graves procesos de erosión que la agricultura estaba incentivando
en el Medio Oeste, creándose, en 1935, el Servicio de Conservación de Tierras
(Riechmann y Fernández, 1994: 106-109).
También
a finales del siglo XIX surgieron las primeras ideas de crear una coordinación
internacional para la protección de la naturaleza, destacándose la propuesta
realizada en el VIII Congreso Internacional de Zoología (Basilea, 1910). Pero
esta iniciativa fue frustrada por la Primera Guerra Mundial, y es recién en
1923 que reaparece esta voluntad en el I Congreso Internacional para la
Protección de la Naturaleza, realizado en París. En 1928 se logró un acuerdo de
los países europeos para crear, a partir de 1934, la Oficina Internacional de
Protección de la Naturaleza, con sede en Bruselas.
Entre
esas corrientes antecesoras y el ambientalismo contemporáneo median cambios
económico-sociales y ecológicos que hacen a una situación cualitativa nueva. El
capitalismo del carbón y de la máquina de vapor tenía efectos ambientales
negativos, pero de alcance local, y la población mundial era cinco veces inferior
a la actual (en 1800 había 1,000 millones de habitantes, frente a los 6,000
millones actuales). La transformación del capitalismo que tuvo lugar en las
primeras décadas del siglo XX, con el pasaje a la producción y consumo en masa
basados en el taylorismo-fordismo, y en el uso del petróleo y la electricidad
como fuentes energéticas, supuso un cambio radical en el uso de los recursos
naturales y sus efectos. En este marco, un momento clave fue 1945, en dos
sentidos: en primer lugar, por la explosión de las primeras bombas atómicas que
supusieron una amenaza planetaria inédita generada por la propia humanidad; y
en segundo lugar, porque fue el comienzo de un desarrollo económico también
inédito, basado en la generalización del taylorismo-fordismo, que se extendió
sin problemas hasta finales de los sesenta.
La
alarma inicial sobre la crisis ambiental actual
La
introducción de la crisis ambiental en la arena política tuvo lugar a finales
de los sesenta, principios de los setenta pasados. Fue impulsada por la
producción de una serie de informes científicos, y tuvo una instancia decisiva
en la Conferencia sobre el Medio Humano, de la ONU, realizada en Estocolmo
(Suecia, 1972), en torno a la cual se plantearon diferentes formas de entender
y asumir el problema por parte de los países desarrollados y los países en
desarrollo.
RECUADRO 1 INFORMES CIENTÍFICOS QUE
PRESENTAN LA ALARMA AMBIENTAL INICIAL
• En
1949, Farfield Osborn, presidente de la Sociedad Zoológica de Nueva York, en su
obra Le planete au pillage, anunciaba la inmensidad del riesgo creado por la
misma humanidad. • En 1962, Silent Spring, el libro de la norteamericana Rachel
Carson que denunciaba el efecto de los agroquímicos en la extinción de las
aves, selló la alianza entre el movimiento ambiental naciente y los científicos
radicales como Barry Commoner. • En 1966, Barry Commoner, destacado biólogo
norteamericano, activista antinuclear y uno de los artífices del ecologismo
fundamentado científicamente, lanzó la “ciencia crítica” en Science and Survival,
obra en la que llamaba la atención sobre los riesgos del complejo tecno
científico y denunciaba lo que entendía como orientación biocida de la
civilización industrial. • En el mismo año, el economista Kenneth E. Boulding
publica su tesis anti crecimiento en el artículo “The economics for the Coming
Spaceship Earth”, donde propone sustituir la economía actual de cow boy por una
economía de recinto cerrado, adecuada al “Navío espacial Tierra” que dispone de
recursos limitados, y de espacios finitos para la contaminación y el vertido de
desechos. • También en 1966, se publicó Nous allons tous a la famine de René
Dumont. • En 1968 Paul Ehrlich publica The population bomb, obra fundamental
para la vertiente neomalthusiana del ambientalismo contemporáneo. • En 1969, el
informe Resources and Man, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados
Unidos llamaba dramáticamente la atención sobre el agotamiento de los recursos
y la explosión demográfica. • En 1970, Paul y Anne Ehrlich publican Population,
Resources and Environment, que insiste en plantear el crecimiento demográfico
como clave de la crisis ambiental. • En 1971, Barry Commoner publica The
Closing Circle que plantea los efectos de la industrialización y la tecnología
en la crisis ambiental y la calidad de vida humana. • En el mismo año, Jean
Dorst publica Avant que Nature meure. • En 1972 René Dubos y Barbara Ward, publican Only one Earth. •
También en ese año, E. Goldsmith, R. Allen, M. Allaby, J. Davoll y S. Lawrence
publican El manifiesto para la supervivencia, que recibió 37 adhesiones de
conocidos biólogos, zoólogos, bacteriólogos, geógrafos, genetistas y
economistas del Reino Unido, incluyendo dos premios Nobel. Presenta un amplio
conjunto de pruebas concatenadas sobre los graves problemas ecológicos y
concluye que el mundo no puede hacer frente al incremento continuo de la
demanda ecológica. • En ese mismo año se publica el Primer Informe al Club de
Roma, elaborado por un equipo de científicos del prestigioso Instituto
Tecnológico de Massachussets (MIT, Estados Unidos) dirigido por Dennis Meadows,
llamado The Limits to Growth, que sustenta la propuesta del crecimiento cero y
es considerado el documento más influyente para establecer la alarma ambiental
contemporánea. • En 1973, René Dumont publica L’utopie ou la mort. Fuente:
Elaboración propia con base en Tamames (1977: 85-119); Riechmann y Fernández
(1994: 113); y Deléage (2000: 34-35).
El
movimiento ambientalista
La expansión del movimiento ambientalista fue
muy fuerte. Los primeros grupos ecologistas surgieron en Estados Unidos a
finales de los sesenta. En esos años se destaca la formación de organizaciones
“contestatarias” como Friends of the Earth11 y Greenpeace,12 que son hasta
ahora muy activas. Es importante señalar que Friends of the Earth fue creada en
1969, a partir de la escisión de una parte del Sierra Club norteamericano,
debida a la negativa de la mayoría de éste a estar decididamente en contra de
las centrales nucleares. Ese hecho fue significativo, pues de ahí en adelante la
posición respecto a las mismas fue el elemento de distinción entre el viejo
conservacionismo y el nuevo ambientalismo (Riechmann y Fernández, 1994:
113-114).
La
respuesta de la ONU y las posiciones de los países desarrollados y en
desarrollo en torno a la Conferencia de Estocolmo (1972) La primera conferencia
de la ONU sobre problemas ambientales se celebró en Lake Success (Nueva York),
en 1949, pero tuvo muy poca repercusión porque, por entonces, la atención
estaba centrada en la reconstrucción de posguerra, el suministro de alimentos,
y el inicio de la Guerra Fría que enfrentaba los potenciales bélicos del
“bloque capitalista”, liderado por Estados Unidos, y del “bloque socialista”,
liderado por la Unión Soviética. Entre 1949 y 1972, los temas ecológicos fueron
trabajados por la UNESCO, 13 que auspició un programa de estudios
interdisciplinarios sobre las consecuencias de las actividades humanas en el
medio, que culminó en la Conferencia Internacional de la Biosfera, celebrada en
París, en 1968, a la que asistieron representantes de 60 países.
Toda
la literatura reconoce la Conferencia Mundial sobre el Medio Humano, que tuvo
lugar en Estocolmo (Suecia) en junio de 1972, con representantes de 113 países,
como un antes y un después en la problematización política del tema. En primer
lugar, porque lo introdujo en la arena política internacional, pero también
porque fue el primer intento de conciliar los objetivos tradicionales del
desarrollo con la protección de la naturaleza, y de contemplar los diferentes intereses
de los países de la comunidad internacional. Por otra parte, el tema se
jerarquizó mediante la creación del Programa para las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA), 14 con sede en Nairobi. Se recomendó declarar el 5 de
junio Día Mundial del Medio Humano, y se hizo una condena expresa a las armas
nucleares.
Respecto
a esto último, es fundamental tener presente que la alarma ambiental “cae” en
un mundo caracterizado por fuertes desigualdades y por intereses en conflicto.
Los diferentes grados de desarrollo suponían que los problemas ambientales que
preocupaban estuvieran más presentes en unos países que en otros, y que en el
contexto de las diferentes situaciones econó- mico-sociales, se les asignara
diferente importancia. El énfasis de la conferencia estaba dado por los países
desarrollados y estaba puesto en los problemas de contaminación causada por la
acelerada industrialización y urbanización, y en el agotamiento de los recursos
naturales, el que adjudicaban al crecimiento poblacional.
Es
así que, en un primer momento, los países pobres se resisten a involucrarse en
la cuestión, diciendo que los problemas ambientales en torno a los cuales se
convocaba la reunión eran de los países ricos, derivados de sus excesos de
producción y consumo, y que si allí se consideraban problemas era porque ya se
habían desarrollado y disfrutaban de buenos niveles de vida. Entendían que el
verdadero problema que había que atender de inmediato era que dos tercios de la
humanidad estaba dominada por la pobreza, malnutrición, enfermedades y miseria,
y que eso pasaba por priorizar el desarrollo, de donde la filosofía del “no
crecimiento” era absolutamente inaceptable. Como corolario, a partir de cierto
momento, pasaron a reivindicar que se reconociera que su problema “ambiental”
principal era la pobreza, y quedó claro que, de ese reconocimiento, dependía
que la reunión se realizara o el espíritu “amigable” de la misma.
Paralelamente
a la conferencia oficial, tuvo lugar un movimiento que expresa bastante los
diferentes sectores interesados en lo ambiental. Se realizaron reuniones no oficiales,
como son: la Conferencia Mundial de la Industria Sobre el Medio Ambiente, en
Gotemburgo; el Environmental Forum, convocado por Barry Commoner, en Estocolmo;
la Conferencia de la Asociación Dai-Dong, reunida cerca de Estocolmo, que
convocó biólogos, economistas y filósofos; y el Grupo OL, reunido contra las
guerras de Vietnam, Angola y Mozambique (Tamames, 1977: 177-178). Millares de
jóvenes lanzaron la primera consigna del ecologismo: “No tenemos más que una
sola Tierra.”
Las corrientes del pensamiento
ambientalista presentes a inicios de los setenta
En el escenario de inicios de los setenta,
encontramos tres grandes corrientes de pensamiento: una corriente ecologista
conservacionista, expresada en una serie de trabajos hechos por biólogos y ecólogos
que confluyen en la tesis de los límites físicos y la propuesta de crecimiento
cero, paradigmá- ticamente formulada en el Primer Informe al Club de Roma; una
corriente desarrollista o de ambientalismo moderado, que se expresa en la
Declaración sobre el Medio Humano de la ONU, en Estocolmo; y una corriente
crítica humanista que pretende plantear una alternativa al orden dominante, que
estuvo expresada, por un lado, por la propuesta de ecodesarrollo, más o menos
integrada a la propuesta más general de un nuevo orden económico internacional,
defendida por los países no alineados y, por otro, por el Modelo Mundial
Latinoamericano elaborado por la Fundación Bariloche. El desarrollo de este
apartado se ocupará de la descripción y análisis de dichas propuestas.
La tesis de los límites físicos y la
propuesta de crecimiento cero
La
tesis de los límites físicos al crecimiento económico y poblacional tiene
antecedentes en la teoría económica clásica, siendo los planteos más relevantes
los de Malthus y de Ricardo. Thomas Robert Malthus, en su célebre ensayo sobre
población publicado en 179816 planteaba que, mientras la población se
desarrollaba en progresión geométrica o exponencial, la producción de alimentos
tendía a hacerlo en progresión aritmética o lineal, por lo que, en un momento
dado, los alimentos resultarían insuficientes, y los salarios llegarían a
niveles por debajo del de subsistencia.
La
postura anticrecimiento del economista norteamericano Kenneth E. Boulding es
anterior al planteo ecologista de los sesenta. Ya en 1945 y 1949 se refirió a
las premisas teóricas de la cuestión,18 pero el artículo donde presenta su
tesis más específica es “The Economics for the Coming Spaceship Earth”,
publicado en 1966.19 Parte de la premisa de que en el futuro la economía tendrá
que concebirse como un sistema cerrado, el “navío espacial Tierra”, lo cual
supondrá aceptar que la abundancia ilimitada es sólo aparente. Plantea también
algunos elementos precursores de la idea de sustentabilidad, como decir que ya
no se trata de aumentar el PBI, sino de mantener el stock total de capital, y
que la solidaridad debe extenderse no sólo en el espacio sino en el tiempo
(Tamames, 1977: 86-87).
El
manifiesto para la supervivencia20 fue publicado por un grupo de científicos relacionados
con la revista británica The Ecologist, cuyo editor era Edward Goldsmith.
Recibió adhesiones muy significativas de conocidos biólogos, zoólogos,
bacteriólogos, geógrafos, genetistas, economistas, etcétera, del Reino Unido,
incluyendo dos premios Nobel y numerosos directores de institutos y
departamentos de investigación. Presenta un amplio conjunto de pruebas
concatenadas sobre los graves problemas ecológicos. Y concluye diciendo que:
“…el mundo no puede hacer frente a este incremento continuo de la demanda
ecológica. Un aumento indefinido, sea del tipo que sea, no puede ser sostenido
por unos recursos finitos. Este es el quid de la doctrina ecológica; y por
desgracia, el aumento de la demanda ecológica se está desarrollando a un ritmo
exponencial (es decir, en progresión geométrica, como el interés compuesto)”
(1972: 8, apud Tamames, 1977: 99). Para caminar a una “sociedad estable”, que
pueda “sostenerse indefinidamente dando óptimas satisfacciones a sus miembros”
proponen “perturbar” mínimamente los procesos ecológicos, conservar al máximo
materias primas y energía, una población estable, y un sistema social dentro
del cual se pueda disfrutar de las condiciones anteriores (Tamames: 99-100).
No
obstante, el autor más influyente en los planteamientos sobre el crecimiento
cero, con anterioridad al Informe al Club de Roma de 1972, fue Paul Ehrlich,
profesor de biología en la Universidad de Stanford
El
manifiesto para la supervivencia20 fue publicado por un grupo de científicos
relacionados con la revista británica The Ecologist
Presenta
un amplio conjunto de pruebas concatenadas sobre los graves problemas
ecológicos. Y concluye diciendo que: “…el mundo no puede hacer frente a este
incremento continuo de la demanda ecológica. Un aumento indefinido, sea del
tipo que sea, no puede ser sostenido por unos recursos finitos
El
World-2 relacionaba la evolución de cinco variables: población, inversión de
capital, recursos naturales, contaminación y producción de alimentos. Bajo la
interpretación de que el crecimiento de la población genera las necesidades de
industrialización y de cultivo de tierras, lo que a su vez da lugar a mayor
población y mayor crecimiento, se prevé que, a partir de determinado momento, empiezan
a aparecer las consecuencias de agotamiento de los recursos naturales y la
imposibilidad de regeneración, debido a la fuerte contaminación
Después
de esto, Dennis Meadows (discípulo de Forrester) y su equipo,
También
del MIT, desarrollaron el World-3, modelo informatizado de las variables asociadas
a las cinco tendencias de inquietud mundial: industrialización acelerada,
rápido crecimiento demográfico, escasez general de alimentos, agotamiento de
recursos no renovables y deterioro del medio ambiente
El
resultado sigue siendo el final del crecimiento antes del año 2100. 23En este
caso, el crecimiento es detenido por tres crisis simultáneas. La
sobreexplotación del suelo conduce a la erosión, y la producción de alimentos
desciende. La contaminación aumenta, disminuye, después vuelve a aumentar espectacularmente,
causando un descenso aún
Mayor
de la producción de alimentos y una elevación repentina de la tasa de
mortalidad.
El
ambientalismo moderado de la Declaración de Estocolmo
El
documento base de la reunión, llamado Only One Earth: the Care and
Maintenance
of a Small Planet, 25 es considerado el informe que hasta ese momento logró
analizar con mayor precisión los problemas ambientales a nivel mundial.
El
documento asume lo ambiental en sentido amplio, no limitado a lo
Biofísico,
por lo que integra como compatibles los objetivos tradicionales
En
segundo lugar, en la Declaración de Estocolmo no se hace eco de la
Apelación
al crecimiento cero, y por el contrario, especifica que el crecimiento es
necesario para superar la pobreza.
En
el principio 11 dice que “…las políticas ambientales de todos los estados
deberían estar encaminadas a aumentar el potencial de crecimiento actual o
futuro de los países en desarrollo y no deberían cortar ese potencial ni
obstaculizar el logro de mejores condiciones de vida para todos” (ONU, 1997:
199).
También
en el punto 4 de la proclama dice: “En los países en desarrollo, la mayoría de
los problemas ambientales están motivados por el subdesarrollo. Millones de
personas siguen viviendo muy por debajo de los niveles mínimos necesarios para
una existencia humana decorosa
Dice
en el numeral 5 de la proclama: “El crecimiento natural de la población plantea
continuamente problemas relativos a la preservación del medio, y se deben
adoptar normas y medidas apropiadas, según proceda, para hacer frente a esos
problemas. De todas las cosas del mundo, los seres humanos son lo más valioso”
(ONU, 1977: 196).
El
humanismo crítico expresado en la propuesta de eco desarrollo
El
movimiento de países no alineados fue una respuesta de los países del Tercer
Mundo que pretendían resistirse a alinearse a las potencias emergentes en la
posguerra (EUA y la URSS). Fundado en 1961, en la Cumbre de Belgrado
(Yugoslavia) en su momento de auge (1970-1975) llegó a tener alrededor de 100
países miembros.
Instancias
en las que se conforma y divulga la idea de eco desarrollo
El
discurso del eco desarrollo se fue conformando y divulgando en diferentes reuniones
internacionales en las que había representación fuerte o exclusiva de delegados
de los países pobres. Las reuniones a las que hacemos referencia son:
El
seminario de Founex (Suiza, 1971), la Conferencia de Cocoyoc (México, 1974) y
el seminario organizado por la Fundación Dag Hammarskjöld, en 1975. Los presentamos
en orden cronológico, para tener una visión de la evolución y concatenación de
las ideas
En
el Informe Founex, 28 los desequilibrios ecológicos se atribuyen al proceso de
industrialización y al crecimiento demográfico en general (no a la dinámica
capitalista) y a la hora de plantear las posibles soluciones para los problemas
económicos de los países atrasados, se recomienda el mismo tipo de desarrollo,
sólo que con la advertencia de que éste no sea un “desarrollo espontáneo y
carente de regulación. Es más, se dice que debe buscarse la “oportunidad de
reubicar en los países en desarrollo las industrias que producen contaminación”
En
la Conferencia de Cocoyoc (México) celebrada en octubre de 1974
Se
plantea que es la pobreza la que genera crecimiento poblacional y no a la inversa,
como plantean los países ricos, y que también la pobreza genera degradación y
contaminación de recursos, enfatizando así la necesidad de superarla.
Luego,
son los países desarrollados, con alto consumo, que generan subdesarrollo en
los países periféricos, y los que deben disminuir su participación
desproporcional en la contaminación (Foladori y Tommasino, 2000a: 53)
Los
elementos conceptuales de la propuesta de eco desarrollo
Según
Bifani (1997: 121) el concepto de eco desarrollo deriva del concepto de
ecosistema, que abarca el sistema natural y el contexto sociocultural, y
reconoce el fenómeno de diversidad sugiriendo una pluralidad de soluciones a la
problemática del desarrollo
Los principios
básicos del concepto serían, entonces:
• Satisfacción
de las necesidades básicas;
• Solidaridad
con las generaciones futuras;
• Participación
de la población implicada;
• Preservación
de los recursos naturales y medio ambiente en general;
• Elaboración
de un sistema social garantizando empleo, seguridad social y respeto a otras
culturas;
• Programa
de educación; y defensa de la separación
de los países centrales y periféricos para garantizar el desarrollo de los
últimos (Sachs, 1994 apud Foladori y Tommasino, 2000a: 52, traducción del portugués)
En
conjunto, esta concepción refleja una serie de elementos presentes en el
pensamiento de los setenta sobre el desarrollo, particularmente elementos del
pensamiento neopopulista que plantea un padrón de desarrollo basado en empresas
individuales de pequeña escala, tanto en industria como agricultura
(Schumacher, 1976: 53).3
Algunas
críticas a la propuesta de eco desarrollo
El eco
desarrollo pretende una relación armoniosa entre la sociedad y su medio
ambiente natural, pero no elabora una teoría sobre las determinaciones
histórico-sociales
que explique cómo las estructuras y procesos económicos y políticos conducen a
las formas sociales y técnicas de vincularse con el medio y hacer uso de los
recursos.
La
siguiente cita de Sachs (1994) es elocuente
Una
“economía de mercado civilizada” exige un conjunto de normas que no surgirá
simplemente a través del funcionamiento de las fuerzas del mercado; tal
economía exige una buena dosis de planeamiento estratégico flexible. […]… debe
ser encontrado un nuevo tipo de asociación entre todos los actores implicados,
así como una nueva distribución de poder entre el Estado, las empresas y lo que
surge como el tercer sistema, los movimientos y las asociaciones de ciudadanos.
Y
dice Leff (1994), criticando de manera incontestable:
Así,
la autogestión de los recursos y la apropiación de la riqueza parecen depender
más de la autoconfianza (self-reliance) de la comunidad, que de las formas que
asume la propiedad de los medios de producción y el acceso a los recursos; de esta
manera, las condiciones materiales y socio-políticas de existencia de los
pueblos quedan reducidas a una cuestión de carácter psicológico (Leff, 1994:
318-319, cursivas de la autora
Recapitulando,
la propuesta del eco desarrollo es humanista y crítica, pero su crítica tiene
límites, de tal manera que, en el mismo momento que anima movimientos sociales
en pos de ciertos cambios, limita el horizonte ideológico de esas luchas
planteando que las soluciones pueden darse dentro de la operativa del mercado, el
que pretende desconcentrar incentivando las pequeñas empresas y reduciendo las
escalas de producción, así como “civilizar” con regulaciones basadas en
acuerdos entre empresas, Estado y sociedad civil que atiendan los imperativos
ecológicos y las necesidades sociales de las mayorías.
La
alternativa crítica más profunda enunciada por la Fundación Bariloche
El
“Modelo Mundial Latinoamericano” elaborado por la Fundación Bariloche, 34 es
una respuesta latinoamericana al Informe al Club de Roma (dado a conocer antes
de su publicación), portador de una visión también humanista y crítica, pero
más profunda que la del eco desarrollo por cuestionar las bases económicas y
políticas del orden actual y proponer alternativas en pos de una sociedad
diferente.
Elementos
que propician el arribo a la propuesta de desarrollo sustentable
En
los años que median entre Estocolmo (1972) y Brundtland (1987), se constituye
un escenario más propicio para relanzar la problemática ambiental y obtener
mayor receptividad, lo que se realizará bajo la fórmula del desarrollo
sustentable. A nosotros nos interesa identificar los elementos que confluyen
para llegar a ella. En ese sentido, nuestra revisión indica elementos de
diferente orden que hacen a la mayor conciencia de la crisis ambiental y su
dimensión global, y a los fundamentos teóricos, la conveniencia económica y la
oportunidad política de la idea de desarrollo sustentable. Estos son, por un
lado, una serie de hechos ambientales y económicos que evidenciaron más la
gravedad y dimensión de la crisis ambiental, y acentuaron la prioridad de
retomar el crecimiento económico, pero con alternativas tecnológicas y
energéticas.
Hechos
ambientales, económicos y políticos que oportunizan la propuesta Brundtland de desarrollo
sustentable
CUADRO
1 ALGUNOS HECHOS QUE EVIDENCIAN LA CRISIS AMBIENTAL (1972-1987) Años Hechos
1976 Catástrofe químico-ecológica en Seveso, Italia: una nube de dioxina
contamina a todos los seres vivos de la región. 1978 Segunda crisis del
petróleo (entre octubre de 1973 y noviembre de 1981 el precio de un barril pasó
de 3 a 34 dólares). 1981 Científicos británicos anuncian que desde 1970 todos
los años, en la primavera, se viene produciendo un agujero en la capa de ozono
estratosfé- rico, situada sobre la Antártida, exponiendo más a los seres vivos
a las radiaciones ultravioletas solares. En los Estados Unidos se autoriza la
construcción de la bomba de neutrones, que mata las personas y deja intactos
los objetos. 1984 Escape en la fábrica de plaguicidas Unión Carbide
(multinacional estadounidense) provocó la muerte de 2,000 personas, y ceguera y
diversas lesiones en otras 200,000. 1985 El arsenal atómico acumulado es
suficiente para matar a 58,000 millones de personas, doce veces a cada ser
humano del planeta. 1986 Estalla un reactor en la central nuclear de Chernobyl,
liberando una gran nube de agentes radioactivos contaminantes que se extiende
sobre la Unión Soviética y Europa occidental. Hubo sólo 34 muertos directos,
pero se estima que en los próximos 70 años morirá medio millón de personas a
causa del accidente. Elaboración propia con base en Riechmann y Fernández,
1994, “Anexo”, pp. 203-251
Mientras, los países del sur recorrieron más el
camino de la desindustrialización y el desempleo, con un efecto ambiental
contradictorio: por un lado, una baja de presión sobre los recursos naturales,
por la misma disminución de la actividad; pero, por otro lado, un
ensanchamiento enorme de la desocupación y la pobreza, estimulándose tanto la
natalidad como la mortandad, las migraciones inter- nacionales y campo-ciudad,
así como ciertas prácticas depredadoras en el medio. Por otra parte, la
producción agrícola e industrial sobreviviente, recurrió a una mayor presión
sobre los recursos naturales y humanos, dentro de su desesperación por bajar
costos, lo cual sumó efectos ambientales negativos.
De este periplo, la concepción que va a
cristalizar en la propuesta de desarrollo sustentable, extrajo algunas
conclusiones o ideas fuertes:
• La pobreza no es sólo un problema ambiental-consecuencia
sino que es causa activa (no se refieren sólo a la pobreza de los pobres, sino
también a la de los países pobres, abarcando, sin mucha distinción, los estados
y los sectores capitalistas);
• Allí donde hay crecimiento, hay disponibilidad
de capital para avanzar en la resolución de problemas ambientales (eficiencia
energética, tecnologías limpias, reducción y reciclaje de desechos, etcétera);
• El enverdecimiento industrial mejora la
rentabilidad y la competitividad empresarial;
• existen las alternativas tecnológicas
necesarias y/o se pueden crear; y
• Por tanto, el crecimiento es condición sine
qua non para enfrentar la crisis ambiental.
Desde el punto de vista sociopolítico, esa
crisis supuso diferentes niveles de derrotas y repliegues de los sectores
populares en general. En el norte, la represión fue menos violenta y no se
cerraron los canales de expresión admitidos en los regímenes democráticos, como
sí sucedió en América Latina, donde las dicta- duras destruían las
organizaciones populares y políticas, e imponían un terrorismo
profesionalizado. En conjunto, la crisis económica y la represión supusieron un
debilitamiento de los trabajadores que afectó las luchas obreras y las opciones
políticas socialistas a ellas ligadas. Las luchas sociales pasaron entonces a
ser más protagonizadas por movimientos con objetivos parciales específicos,
como el feminista y el ecologista. Esto desplazó el alcance de los cambios en
cuestión, de la vieja oposición capitalismo-socialismo, al campo del cambio de
aspectos parciales de esta sociedad, lo que habilitó la idea de que atender la
crisis ambiental es un cambio posible dentro del sistema vigente, y necesario,
para fortalecerlo.
Decíamos que estos puentes fueron puestos desde
dos campos: el de las relaciones internacionales y el ambiental. Desde el
primero, se trata de los trabajos de la Comisión Brandt de la ONU; y desde el
ambiental, se trató de la llamada Estrategia Mundial de Conservación, propuesta
por la UICN en 1980. Pasamos entonces a referirnos a cada uno.
El
Brandt Report (1980) y la vuelta al mutualismo internacional keynesiano
La ONU
creó la Comisión Brandt para reflexionar las cuestiones norte-sur. De su
trabajo surgió el Programa para la sobrevivencia y crisis común (Informe
norte-sur o Brandt Report, 1980) que discute medidas para ofrecer nuevos
horizontes a las relaciones internacionales, la economía mundial y los países
en desarrollo. Esos horizontes incluyen el medio ambiente globalmente, como una
herencia a ser preservada bajo cooperación internacional. Plantea que el
problema principal para el lento crecimiento del sur es el proteccionismo del
norte, a la vez que el proteccionismo de los del sur causa estancamiento en el
norte por- que restringe sus mercados, de donde la solución sería abrir todas
las economías. Proponía, entonces, crecimiento en el norte y en el sur,
transferencia masiva de capitales (del primero al segundo), expansión del
comercio mundial, el fin del proteccionismo, un sistema monetario ordenado, y
un movimiento dirigido a la igualdad y paz internacionales. Argumentaba que
disminuir la pobreza ter- minaría con el crecimiento demográfico, que es un
problema global, y no sólo de los países del Tercer Mundo, requiriendo de la
acción multilateral, no sólo por imperativo moral, sino por interés mutuo.
Brandt Report
es parte de una larga tradición sobre el pensamiento de la interdependencia
económica que tuvo una instancia fundamental en el sistema creado en Bretton
Woods en 1944, basado en la visión keynesiana de crear una economía mundial
interdependiente, en crecimiento, y estable. Como ya dijimos, en los cincuenta
y sesenta la economía mundial y el comercio internacional crecieron, pero ya en
los setenta comenzó la crisis, se abolió el patrón oro y se volatilizaron los
mercados de moneda, favoreciendo la desestabilización de precios y la crisis
del petróleo de 1973. Esa crisis, que coincidió con el florecimiento de la idea
de los límites del crecimiento, puso en jaque la interdependencia global, pero
con mensajes contradictorios sobre la deseabilidad del crecimiento.
La
propuesta Brundtland de desarrollo sustentable (1987)
La Comisión Mundial sobre
Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD) fue creado en 1983, en la XXXVIII Sesión de
la ONU, por resolución de la Asamblea General. La misma actuó como un órgano
independiente, en el sentido de que sus miembros trabajaban a nivel individual
y no como representantes de sus gobiernos.38 De su trabajo surgió el documento
conocido como Nuestro futuro común (o Informe Brundtland) el que, después de
ser examinado por el Consejo Directivo del PNUMA, fue considerado y aprobado
por la Asamblea General de la ONU, en su XLII Sesión, en 1987. Brundtland parte
de la idea central de que desarrollo y medio ambiente no pueden ser separados:
“Medio ambiente y desarrollo no constituyen desafíos separados; están
inevitablemente interligados. El desarrollo no se mantiene si la base de
recursos ambientales se deteriora; el medio ambiente no puede ser protegido si
el crecimiento no toma en cuenta las consecuencias de la destrucción
ambiental”.
La apelación al desarrollo
sustentable es un llamado a cambiar las estrategias aplicadas hasta el momento,
tanto en materia de políticas de desarrollo, como ambientales. Se lo concibe
como un cambio drástico y necesario para mantener el objetivo último de la
estabilidad social, algo así como cambiar el funcionamiento del sistema para
mantenerlo: “Las próximas décadas serán vitales. Es tiempo de romper con los
modelos del pasado. Si intentamos mantener la estabilidad social y ecológica
por medio de las viejas estrategias de desarrollo y de protección ambiental, la
inestabilidad aumentará. La seguridad debe ser buscada en el cambio”.
Luego, establece los lazos
entre pobreza y medio ambiente en una visión circular donde la pobreza es tanto
“la mayor causa como el efecto de los problemas ambientales globales” (CMMAD:
3). En el mismo momento, invierte las responsabilidades, haciendo a los pobres
tanto o más responsables de la crisis ambiental que los ricos:
·
El desgaste del
medio ambiente fue con frecuencia considerado el resultado de la creciente
demanda de recursos escasos y de la contaminación causada por la mejora del
padrón de vida de los relativamente ricos. Pero la propia pobreza contamina el
medio ambiente, creando otro tipo de desgaste ambiental. Para sobrevivir, los
pobres y los hambrientos muchas veces destruyen su propio medio ambiente [...]
El efecto acumulativo de esos procesos llega al punto de hacer de la propia
pobreza uno de los mayores flagelos del mundo.
Adams (1990) destaca que la propuesta de
desarrollo sustentable hecha en Brundtland es un cambio fundamental en el
pensamiento ambientalista porque se basa en objetivos económicos y sociales y
no en la noción de salud ambiental. Parte de la gente y va en dirección de
discutir qué políticas ambientales atenderían los objetivos socioeconómicos.
Objetivos y requisitos del desarrollo
sustentable (CMMAD, 1987) Los principales objetivos de las políticas
ambientales y desarrollistas que deri- van del concepto de desarrollo
sustentable son, entre otros, los siguientes:
·
retomar el
crecimiento;
·
cambiar la
calidad del desarrollo;
·
atender las
necesidades esenciales de empleo, alimentación, energía, agua y saneamiento;
·
mantener un
nivel poblacional sustentable;
·
conservar y mejorar
la base de recursos; reorientar la tecnología y administrar el riesgo;
·
incluir el
medio ambiente y la economía en el proceso de toma de decisiones (CMMAD)
Río 1992 o
el ajuste con la realidad de los límites sociales para la sustentabilidad
Los países desarrollados,
salvo excepciones, defendieron su libertad de agredir el ambiente y
manifestaron no estar dispuestos a pagar por los daños que ya produjeron, tanto
a nivel global como en los países pobres. No sólo eso, sino que pretendieron
limitar el uso que éstos hagan de sus propios recursos, declarándolos
patrimonio universal, como medio de adquirir derechos sobre ellos. Tampoco se
manifestaron dispuestos a financiar la reconversión ambiental de los países
atrasados en una forma menos esquilmante y condicionadora que la ya habitual de
la deuda externa.
Este contraste entre las
expectativas puestas en Río 1992 y los resultados reales develó, como nunca
antes, los límites sociales para construir la sustentabilidad, mostrando lo que
no están dispuestos a hacer los países más ricos y fuertes. Y quedaron también
explícitas las pocas opciones que en ese orden mundial tienen los países pobres
y dependientes. Por último, la literatura coincide en señalar que el foro
global de ONG que se desarrolló de forma paralela a la conferencia oficial,
marcó un hito en la historia de los movimientos socia- les y sus definiciones,
que trasciende el tema estrictamente ambiental ubicándolo en una
problematización general de la sociedad actual y sus desafíos.
Las
interpretaciones del desarrollo sustentable en disputa
El desarrollo sustentable
plantea el desafío de obtener, al mismo tiempo, la sustentabilidad económica,
la ecológica y la social, lo que supone la aceptación de ciertos trade-offs
derivados de su carácter relativamente contradictorio (Barbier, 1987: 104).
Sostenemos aquí que el
ambientalismo moderado y los ecologistas conservacionistas privilegian el eje
sustentabilidad económica-ecológica, y que, a pesar de sus diferencias
teóricas, confluyen en las políticas ambientales realmente existentes,
ocupándose de establecer qué y cuánto capital natural conservar. También ambos
integran la pobreza en sus consideraciones, pero no como un problema en sí que
hay que superar, sino algo que hay que atenuar en tanto crea problemas
ambientales, de donde se limitan a proponer mejorar la redistribución de
ingresos, sin poner en cuestión desigualdades fundamentales como las de clase.
La corriente humanista
crítica hace lo inverso: se centra en la cuestión de la sustentabilidad social
y, por tanto, en qué cambios son necesarios para que el uso económico de los
recursos naturales se subordine a los objetivos sociales. Apunta a erradicar la
pobreza y no sólo a atenuarla, para lo que entiende que debe transitarse hacia
una sociedad nueva. Esta corriente, como decíamos al principio, se subdivide en
dos: la ecología social neo anarquista y el marxismo. Es interesante reparar en
que la discusión dominante (la que ocupa mayor espacio en el debate) no está
formulada entre los representantes de estos dos grandes enfoques, que son, en
verdad, las alternativas de fondo. Por el contrario, dicha discusión se limita
al primer enfoque y presenta como alternativas un espectro de posiciones
planteadas como “grados” de sustentabilidad que, de hecho, se reducen a los
grados de conservación posibles.
El
desarrollo sustentable como un problema técnico: diferencias y confluencias
entre el ambientalismo moderado y los ecologistas conservacionistas
La economía ambiental es una
elaboración hecha desde la teoría neoclásica para dar cuenta de la crisis
ambiental actual, para lo que hace ciertos “ajustes” a algunos aspectos de la
teoría madre. Los recursos naturales, que podían considerarse antes como
infinitos, han pasado a reconocerse como escasos. Los facto- res de producción
tierra, trabajo y capital, que se consideraban perfectamente sustituibles entre
sí (por lo que siempre sería posible mantener, por lo menos, una riqueza total
constante), ahora se considera que no lo son o lo son sólo de manera limitada
(las posibilidades de sustitución vía tecnológica son inciertas). Como la
naturaleza es escasa y produce bienes y servicios, en realidad, se trata de
otra forma de capital (natural) que, junto al capital manufacturado, al humano
y al institucional, hacen al capital total. El interés general es aumentar el
capital total (crecer) pero, por lo menos, es necesario mantenerlo, y eso pasa
por mantener el capital natural no sustituible. O sea que la preocupación por
conservar el capital natural tiene estrictas razones económicas
“utilitaristas”; no se trata de un conservacionismo por la naturaleza en sí. El
objetivo es crecer evitando o disminuyendo, lo más posible, los costos
económicos que supone la escasez de recursos y la degradación ambiental, los
que se prevé que pueden ir aumentando, según las tendencias constatadas. Veamos
cómo lo expresan Pearce et al. (1993).
La economía ecológica
reprocha a los neoclásicos que suponen que las es- calas óptimas de cada
actividad, a nivel micro, pueden garantizar un crecimiento infinito sin exceder
la escala óptima macroeconómica. El problema está en que, mientras la economía
crece, no lo hace el sistema mayor en el que ésta se inscribe, la biosfera.
Como consecuencia, la economía presiona peligrosamente la capacidad de
sustentación de los ecosistemas, arriesgando los procesos de mantenimiento de
la vida (Goodland, 1997: 20-22). Léase, la tesis de los límites físicos.
Los niveles totales de
utilización de recursos hoy en día son ya insostenibles, y su multiplicación
por un factor 5 o 10, tal como se contemplaba en el Informe Brundtland, aun
cuando ese aumento se matizase considerablemente, resulta ecológicamente
imposible (Daly, 1997: 47).
Obviamente, esta economía
critica también la tesis de la sustituibilidad perfecta entre los factores de
producción y, en particular, entre el capital natural y el manufacturado. La
sustituibilidad no existe más a partir del momento en que el factor limitante
es el capital natural, pasando a ser complementarios. Daly (1997) lo expresa así:
La productividad del capital
formado por el hombre se ve cada vez más limitada por la decreciente
disponibilidad de capital natural complementario.[...] Por ejemplo, el factor
limitador de las capturas pesqueras será la capacidad de reproducción de las
poblaciones de peces, y no el número de pesqueros (Daly, 1997: 40-41). La conclusión
a la que nos traen las consideraciones que anteceden es que el capital natural
(los recursos naturales) y el capital de formación humana son complementarios,
en vez de sustitutivos (Daly, 1997: 42, cursivas de la autora).
Luego, tenemos las
posiciones intermedias que ocupan en el cuadro las dos columnas del medio. La
sustentabilidad débil a secas, es la propuesta por la economía neoclásica
ambiental keynesiana: reconoce que la sustituibilidad no es perfecta y entonces
hay que preocuparse por mantener cierto capital natural tomando en cuenta las
situaciones y posibilidades concretas. Por su parte, la sustentabilidad fuerte
a secas, se inscribe en la economía ecológica, pero se aparta de su formulación
ortodoxa en aras de un realismo pragmático. A la hora de definir si debe
mantenerse el capital natural propone mantener el capital natural crítico, 43
que obviamente no es todo el capital natural, y admite la sustitución del no
crítico (Jiménez, 1997: 70).
CUADRO 2
GRADOS DE SUSTENTABILIDAD
Muy fuerte Fuerte Débil Muy
débil
Eco
centrismo
Antropocentrismo
Los economistas ambientales
de la sustentabilidad débil a secas, reconocen que la contabilidad física es un
insumo de la monetaria, dándole lugar, aunque subordinado. Y los economistas
ecológicos pragmáticos de la sustentabilidad fuerte a secas, reconocen la
importancia de expresar monetariamente el valor de los recursos naturales, sin
dejar de explicitar, en el discurso, la inconmensurabilidad de su valor
intrínseco y las dificultades técnicas de la adjudicación de precios. Pero, en
aras de traducir ese valor al “lenguaje universal del dinero”, y a los términos
económicos, que son los que mueven las “grandes decisiones”, militan en esa
práctica coincidiendo con los economistas ambientales de la sustentabilidad
débil (Constanza, 1997: 112-113; El Serafy, 1997: 78-79). Es así que la
economía ecológica, en aras de un pragmatismo realista, se viene plegando al
trabajo con indicadores y mediciones monetarias, lo que supone querer
fundamentar su conservacionismo en el terreno teórico y técnico-instrumental de
la economía dominante, validando y reforzando la ética “economicista” que dice
combatir (Esteban, 1991; Gorz, 1993).45
Proponemos aquí que la
corriente de la ecología social es la heredera más clara de la propuesta de eco
desarrollo de los años setenta, en el sentido de su sensibilidad social y de
tener similares premisas neo populistas y neoanarquistas.46 Murray Bookchin es
considerado uno de los principales proponentes teóricos de la ecología social.
Filosóficamente, parte de autodefinirse como más allá del eco centrismo y el
antropocentrismo o, asumiendo ambos a la vez, pretende sintetizar la crítica
ecologista y la social, superando los extremos de la ecología radical y del
antropocentrismo irresponsable que caracteriza esta sociedad. Lo expresa así:
“Un «antropocentrismo» basado en el principio religioso de que la Tierra fue
«hecha» para ser dominada por la «Humanidad» está tan lejos de mi pensamiento
como un «biocentrismo» que convierte la sociedad humana en una simple comunidad
más de animales (Bookchin, 1991: 128 apud Dobson, 1997: 86).
Otra distancia importante
respecto al ecologismo radical es cómo interpreta el crecimiento económico.
Parte de considerarlo uno de los problemas sistémicos más obvios, pero no lo
adjudica a problemas morales o a la ideología consumista, sino a la sociedad de
mercado en la que la competencia genera la necesidad de crecer, y donde la
demanda no es creada por el consumidor, sino por el productor. Dice:
El crecimiento es sinónimo
de la economía de mercado. Este hecho tiene su expresión más clara en la
máxima: “crece o muere”. Vivimos en un mundo competitivo en el que la rivalidad
es una ley de la vida económica; la ganancia un deseo tanto personal como
social y el límite y la contención conceptos arcaicos. […] El crecimiento de cada
empresa es la defensa contra la amenaza de absorción de una empresa rival. Los
aspectos morales no tienen cabida en esta relación competitiva.
Entonces, ¿cuál sería la
alternativa? Bookchin plantea que es necesario un “profundo cambio social”, que
sustituya la sociedad capitalista por lo que llama una “sociedad ecológica que
debe no ser jerárquica y clasista” [y debe] “eliminar el concepto mismo de
dominio sobre la naturaleza” (Bookchin, 1992: 3940). A diferencia del marxismo,
la jerarquía está puesta en la dominación y no en la explotación, que aparece
como una forma de la primera. Dice: “Ninguna liberación será completa, ningún
intento de crear una armonía entre los seres humanos y entre la humanidad y la
naturaleza podrá jamás tener éxito hasta que no sean erradicadas todas las
jerarquías y no sólo las clases, todas las formas de dominio y no sólo la
explotación económica (Bookchin, 1992: 39). Y toma como referentes teóricos lo
que llama los “fundamentos ecoanarquistas” de Kropotkin, y los ideales iluministas
de Malatesta y Berneri, que veían en la educación una fuerza liberadora. Así,
el anarquismo “progresaría” hacia un “humanismo ecológico” que permitiría
encarnar una “nueva racionalidad, una nueva ciencia, una nueva tecnología”
(Bookchin, 1992: 40). Complementariamente, toma como referente histórico la era
mercantil precapitalista, en la
75HIS TORIA DEL CONCEPTO DE
DESARROLLO SUSTENTABLE
Cap 02 Sustentabilidad• 22/06/06
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que “el mercado era
marginal” y donde se enfatizaba la cooperación sobre la competencia (Bookchin,
1994: 44). De donde, la imagen de esa nueva sociedad es la misma del viejo
anarquismo: una “confederación de municipios libres como contrapoder de base
que se oponga a la creciente centralización del poder del Estado-nación”. El
desplazamiento del mercado sería posible desde una “nueva política”,
consistente en la “creación de una esfera pública de base extremadamente
participativa, a nivel de ciudad, de aldea, de barrio” que desarrolle los lazos
comunitarios.
La interpretación marxista
de la cuestión ambiental
Por último, esbozamos la
concepción marxista que explica el problema socioambiental actual como derivado
de las relaciones sociales de producción capitalistas cuya lógica privada de
prosecución de la ganancia supone una tendencia expansionista intrínseca. El
problema no es el “estilo de desarrollo” ni el tamaño del mercado, sino esas
relaciones mediadas por el mercado, cuya generalización es un producto
histórico del desarrollo de las fuerzas productivas y la competencia. El
mercado no puede “achicarse” ni “civilizarse” o “mejorarse” privilegiando
objetivos sociales mientras la producción continúe organizándose con base en la
propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado.
En el capitalismo, la forma
dominante es el interés de la burguesía por satisfacer su necesidad de clase
incorporando recursos a la producción, con el menor costo posible, a los
efectos de generar la máxima ganancia, en el menor tiempo. La operación de la
ley del valor supone consecuencias físico-naturales y sociales. Por un lado,
una forma y un ritmo en la toma de recursos, sin reparar en su revocabilidad,
en la generación de desechos ni en su degradación. Y, por otro, la desocupación
y los extremos de pobreza, propios de la sustitución de hombres por máquinas y
de la diferenciación social que resulta de la competencia. Entonces, ¿qué papel
juegan los límites físicos? No se trata de discutir la existencia o no de
límites físicos; menos, su medida, que es compleja y de resultados variables.
Se trata de no considerarlos absolutos, entendiendo que los límites de la
sustentabilidad, antes que físicos, son sociales, pues qué se utiliza como
recurso y la velocidad con que se lo utiliza, depende de la sociedad.
Pero, ¿hasta dónde llegan
los límites sociales para acceder a un desarrollo sustentable en el
capitalismo? Las leyes de su funcionamiento permiten comprender cómo el sistema
genera los problemas, y las formas en que intenta enfrentarlos. Ahora, ¿hasta
dónde puede resolverlos? El marxismo plantea que el sistema podría resolver los
problemas de contaminación y depredación, porque en última instancia, exigen
soluciones técnicas que, en sí mismas, no tienen límites, más allá de que
puedan demorarse o ser caras.
Ahora bien, que el capital
pueda resolver los problemas ambientales físicos, no quiere decir que lo vaya a
hacer necesariamente, ni mucho menos de manera general y homogénea. Su propio
desarrollo desigual –interno e internacional– y las presiones sociales y
políticas concretas –también desiguales y fluctuantes– marcarán la extensión y
el alcance cualitativo de la recuperación físico-ambiental efectiva. Por otra
parte, el marxismo no niega la posibilidad de una crisis ecológica
irreversible, ni da un voto de confianza al capital. Sólo distingue
teóricamente entre lo posible y lo necesario; y entre los límites técnicos y
los sociales. Es, en ese sentido, que se insiste en que el sistema puede
“enverdecerse” sin perder su condición capitalista, pero no puede resolver la
desocupación, la pobreza y las desigualdades, sin perderla.
Conclusiones
El objetivo de este capítulo
fue reconstruir la historia del debate sobre la cuestión ambiental desde
finales de los sesenta hasta que se confluye en el objetivo del desarrollo
sustentable, identificando las concepciones que se fueron expresando y
explicando cómo se produce esa confluencia. En segundo lugar, nos propusimos
mostrar cómo esas corrientes de pensamiento se expresan ahora como alternativas
de interpretación del desarrollo sustentable.
La cuestión ambiental se
presentó a finales de los sesenta como una amenaza de catástrofe más o menos
inminente. La visión predominante fue eco centrista, con fuerte aporte de
biólogos y ecólogos, que asumieron la interpretación neomalthusiana de entender
el problema como generado por la presión poblacional sobre recursos limitados.
Por último, abrimos las
principales interpretaciones actuales sobre el desarrollo sustentable, a partir
de identificar lo que las diferentes teorías o corrientes de pensamiento
privilegian de los tres aspectos de la sustentabilidad (económico, ecológico y
social). Mostramos entonces que el ambientalismo moderado y los ecologistas
conservacionistas privilegian el eje económico ecológico, y que confluyen en
las políticas ambientales realmente existentes, ocupándose de establecer qué y
cuánto capital natural conservar, lo cual aparece formulado como alternativas
entre “grados de sustentabilidad”. Abordan la pobreza como un problema que debe
ser atenuado mediante redistribución de ingresos, porque crea problemas
ambientales. Por su parte, la corriente humanista crítica (ecología social y
marxismo) hace lo inverso: se centra en la cuestión de la sustentabilidad
social y, por tanto, en qué cambios son necesarios para que el uso económico de
los recursos naturales se subordine a los objetivos sociales, para lo que
entienden necesario superar el capitalismo en una sociedad nueva. En
conclusión, la hegemonía del ambientalismo moderado debilitó el papel oponente
del ecologismo y dio paso a una alianza conceptual y práctica del desarrollismo
y el conservacionismo. De ahí la confluencia, cada vez mayor, entre gobiernos e
inversores capitalistas, con organizaciones y técnicos conservacionistas, en la
que los primeros ganan quienes se ocupen de administrar la conservación, y los
segundos, ganan apoyo político y fondos para hacer su trabajo. Esa confluencia,
en verdad, funcionaliza y subordina la conservación a los objetivos del
capital. Y es frente a ella que las posiciones del humanismo crítico deben
fortalecerse y recolocar la discusión de fondo sobre el carácter y el alcance
de los cambios sustantivos que la realidad reclama.
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